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Mosaic es un aparato
metálico del tamaño de dos pisos, cargado con tecnología óptica,
mecánica y electrónica de última generación. Su función, cuando
esté instalado en el futuro Telescopio Extremadamente Grande (ELT),
será estudiar la materia más lejana –y, por tanto, más joven–
del universo, ayudando a los astrónomos a descubrir cómo se
formaron las primeras galaxias.
Científicos del
proyecto Mosaic, que reúne a 11 países, acaban de presentar el
instrumento en Madrid. Se trata de un espectrógrafo: dispersa la luz
captada por el telescopio en sus diferentes colores para analizar
parámetros relacionados con la naturaleza de la materia. Los
espectros de luz albergan una cantidad sorprendente de información
sobre los objetos que la emiten, como su temperatura, densidad,
composición química, o su estado físico. Mosaic se diferencia de
otros instrumentos astronómicos por su capacidad para observar
cientos de objetos celestes a la vez en una región muy amplia del
cielo, aprovechando al máximo el tiempo de operación del
telescopio.
“La combinación
del instrumento Mosaic con el telescopio ELT es única”, asegura
Jesús Gallego, astrofísico de la Universidad Complutense de Madrid
y el representante en España del proyecto Mosaic. El Observatorio
Europeo Austral (ESO) está construyendo el telescopio ELT en lo alto
del Cerro Armazones, Chile. Cuando se complete la construcción en
2024, será el telescopio óptico más grande del mundo, con una
superficie colectora de 39 metros de diámetro formada por 800
espejos hexagonales. Esto, según Gallego, significa que “no habrá
ninguna otra combinación de telescopio e instrumento capaz de llevar
a cabo estudios tan detallados a un rango de tiempo tan grande en el
universo”.
Una de las
principales incógnitas para los cosmólogos es la distribución de
la materia en las galaxias más distantes. El proyecto Mosaic, que
costará unos 60 millones de euros, tiene como objetivo analizar con
detalle la materia de hace 12.000 millones de años, que se encuentra
en los “confines del universo” y hasta ahora ha permanecido
inescrutable, explica el investigador principal del Mosaic,
François Hammer. La comunidad científica estima la edad del universo en los 13.800 millones de años, por lo que esta materia será la más primitiva que habremos observado.
François Hammer. La comunidad científica estima la edad del universo en los 13.800 millones de años, por lo que esta materia será la más primitiva que habremos observado.
“Además de
enfocar muchos objetos celestes simultáneamente, Mosaic será capaz
de enfocarlos con nitidez”, explica Hammer a Materia. Esto se debe
a la avanzada tecnología de óptica adaptativa que integra el
espectrógrafo, cuya función es corregir las distorsiones lumínicas
propias de cualquier observación terrestre, causadas por la
turbulencia del aire atmosférico. “Esta corrección es esencial,
porque los cuerpos más embrionarios del universo, además de estar
muy distantes, son de por sí muy pequeños”, señala.
Los astrónomos
utilizarán el espectrógrafo Mosaic para estudiar la distribución
de materia oscura en el universo
Mosaic permitirá
analizar la formación de las primeras galaxias y de las primeras
poblaciones de estrellas, pero además presenta una oportunidad única
para estudiar la evolución de la materia oscura que los cosmólogos
creen que existe en el universo: Las galaxias rotan sobre sus ejes, a
una velocidad proporcional a su masa. Como la rotación observada es
más rápida de lo que cabría esperar, dada la materia visible, los
científicos proponen la existencia de una sustancia invisible –la
materia oscura– que se concentra en la periferia de las galaxias,
contribuyendo a su masa y a su velocidad de rotación.
“La naturaleza es
como es, no podemos sugerir un esquema más simple, y tenemos que
recurrir a entidades misteriosas como la materia oscura para
explicarla”, dice Vicent J. Martínez, coordinador de la Red de
Infraestructuras de Astronomía de España (RIA). Martínez considera
que Mosaic y el ELT desempeñarán un papel fundamental en los
futuros descubrimientos sobre materia oscura, y añade: “Será,
seguramente, la próxima generación de astrónomos la que descubra
estos misterios que ahora tenemos sobre la mesa”
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